lunes, 27 de septiembre de 2010

NADIE CONOCE A PIET MONDRIAN

El otro día pregunté a mis alumnos, en clase de dibujo artístico, si conocían a Piet Mondrian.  A todos se les puso cara de no conocerlo.  Alguno me dijo que le sonaba de algo, pero que no estaba seguro de qué.









Yo me asomé a la ventana pensando: todos los años pregunto lo mismo y todos los años obtengo la misma respuesta;  Mondrian es un perfecto desconocido.  Un pintor que ha pasado por el mundo sin dejar huella ¡Qué triste!


Miré el reloj y vi que la clase había terminado, de manera que era hora de irme para casa.

Recogí un poco los trastos del aula,

recogí mi mesa,

y tiré a la papelera algunos papeles usados.

Cogí mi bolso,

apagué las luces,

atravesé el vestíbulo,

salí del edificio

y en el jardín

me esperaba mi bici.

Cuando llegué a mi casa,

dejé la bici en el garaje,

pasé al recibidor de mi casa,

dejé las llaves sobre el mueble de la entrada,


luego pasé al salón,

me puse unas zapatillas para estar cómodo

y un vestido, también muy cómodo, de YVES SAINT LAURENT.

Cuando miré mi reloj de pulsera y vi que era hora de cenar, me fui para la cocina

y decidí cenar un trozo de pastel casero, (que hago yo, pero que en la pastelería lo hacen mejor)

y una simple manzana.

Tras la cena, y para relajarme, me puse a pintarme las uñas de una forma sencillita 


y a ver las carreras de fórmula 1 en televisión.


Cuando se me hizo tarde, me fui a dormir a la cama

(siempre duermo en ropa interior muy sexy)

y tuve unos sueños muy extraños.


Al día siguiente me puse mi vestido más mono 


y me fui a la calle a desayunar y a hacer unas compras.

Decidí desayunar en la pastelería donde hacen mi pastel favorito y, ¿Cómo no? tomé pastel (mucho mejor que el mío)



y té

Antes de irme a hacer las compras, entré al servicio a hacer pis.

Luego hice mis compras en unos grandes almacenes;

compré conejo para hacer paella,

un pastel

y muchas cosas más.

Cuando iba de vuelta a casa a toda velocidad en mi coche, con todos los paquetes de las compras


y sin despeinarme, gracias al fijador que me recomendó mi amigo Cristóbal,

me distraje mirando a unos niños que estaban volando su cometa

y estuve a punto de atropellar a una oveja que se me atravesó ¡Pobrecita!

Por el camino admiré los edificios tan bonitos que tiene mi ciudad

y los monumentos que en ella hay.


También paré a poner gasolina


y cuando por fin llegué a mi casa

y entré a mi salón,

me senté en mi sillón favorito,

que como está un poco duro, tengo que usar cojines para estar cómodo.

Desde mi sillón oía el canto de los pajaritos del jardín.  Este año los estoy disfrutando gracias a los nidos que les he fabricado yo mismo con unas tablitas.

Después de reposar, me senté al ordenador

y estuve curioseando cosas sin importancia por Internet,

pero todo el tiempo me lo pasé pensando, sin saber por qué, en Piet Mondrian.  Debe de ser muy triste haber sido un pintor y no haber dejado ninguna huella en el mundo después de tu muerte.

Dedicado a Piet Mondrian.